Noticias tristes pero seguimos adelante.

Perdí a mis abuelos en 1992 y 1993. Era muy pequeña pero lo suficientemente grande para entender lo que sucedía y recordarlos bien, al grado de extrañarlos y de quedarme con muchas ganas de poder compartir cosas con ellos ya en mi vida de adulto (o chavo-ruco).

Mi abuela materna se me fue hace 3 años. Fue en cuestión de meses y aún cuando sabes qué va a pasar y te vas haciendo la idea mientras el proceso se complica, en el momento, te quiebras.

Hoy mi abuela paterna está por hacer una semana internada en el hospital y me ha hecho reflexionar varias cosas, muchas voy a mencionarlas más abajo. Tomo este blog como parte de mi historia.

El hospital.
Cuando me enteré que mi abuela iba a estar en el Hospital General de Comitán, me preocupé. Porque sabía que el servicio de salud en México y especialmente en Chiapas estaba pésimo. Recordaba todas las publicaciones y las fotos que veía en Facebook de un hospital sobre poblado con gente enferma en el piso, moribundos, sin nada de medicamentos y con imágenes de toda la gente que está afuera aguantando hambre y lluvia para estar cerca de sus familiares internados. Hoy les voy a contar lo que he podido ver.

Entré por primera vez a Urgencias y como iba sólo con la idea de mi abuela, verla y hablarle, no puse atención a su alrededor pero cuando la pasaron a terapia intensiva y tenía que esperar por ratos dentro del hospital con mi respectivo permiso, pude hacer un escaneo de la situación del hospital. No vi un hospital sucio ni cayéndose, excepto unas goteras y cartones en el piso para evitar que estuviera mojado (que en este tiempo de lluvias ya ni me sorprende), vi camas disponibles aunque sólo por momentos o por días, mucho personal atendiendo y lo que sí es verdad, es que NO hay suficientes medicamentos, por lo que uno como familiar tiene que hacer ese gasto fuera del hospital. 

Es muy difícil, como familiar, poder estar con la persona que está ahí dentro y mucho más cuando está en Urgencias o Terapia Intensiva. Es una angustia tremenda. Te quedas afuera y no puedes hacer nada más que compartir entre todos unos minutos de las horas permitidas de visita al día.

La gente
Qué historias hay en el hospital, de verdad. Yo creo que, sabiendo que soy una persona que llora con cualquier película y de corazón tan sensible, mi decisión de no trabajar en un hospital, fue la mejor para mí pero sigo pensando, también, que estudiar la maestría en nutrición clínica fue muy bueno, lo aplico mucho en el consultorio y ayuda a complementar mi perfil que ya no es exclusivamente deportivo. Ya me perdí un poco del tema principal, pero tenía que hacerme un comercial. Mi abuelita ha tenido vecinos de cama con tétanos, mordidos por nauyaca, en coma y así. Pasar tiempo con los familiares de otro paciente te hace valorar mucho las cosas que tienes y las que no tienes y una de las que hay que estar agradecidos por siempre es por nuestra propia familia (y amigos). Uno ve realmente en esos momentos quienes son los que sí van a estar contigo. Platiqué con doña Rosario, una señora diabética, hipertensa, con una lastimada en el pie y con su esposo en terapia intensiva. Ha estado sola desde que llegó y gastando en medicamentos para tener una esperanza. Todo es muy triste ahí dentro.

Alumnos y personal
Siempre he estado muy orgullosa de dedicarme a lo mismo que mis abuelas y mi papá. El ser docente me ha traído muchísimas satisfacciones en especial conocer gente. Me sorprendido a lo largo de los años cómo los ex alumnos de mi papá, a donde quiera que va, lo saludan, se expresan muy bien de él y hasta le invitan cosas o le hacen descuento en sus negocios o en su trabajo profesional. No por el hecho de pagar menos, sino de ver el agradecimiento que le tienen. Con mi abuela no hay excepción y creo que me ha sorprendido más el amor que la gente le tiene y que ahora, en este momento, lo sentimos más. En mi caso, me he topado con enfermeros y enfermeras que fueron mis alumnos que me hacen sentir tranquila en el trato hacia mi abuela Toni. Debo expresar que todos ahí dentro la han tratado muy bien y han sido amables con nosotros y estoy muy agradecida. También, aprovecho agradecer a mis amigos que sabiendo qué tan delicada está, han estado pendientes y preguntando por ella, esos son detalles que jamás se olvidan.

Los abuelos deberían ser eternos.
Una semana después de ingresar a mi abuela, les puedo contar que está estable y no ha empeorado (sin dejar de mencionar que sigue muy delicada). Me sorprendo de la fortaleza que tiene.... a sus 93 años está recuperándose de un infarto severo y de los efectos que este trajo. Me he sentido muy afortunada de haber tenido dos abuelas tan fuertes, tan sabias y tan simpáticas; tan nobles y con tantas ganas de seguir viviendo y le agradezco tanto a la vida todo el tiempo que me permitió y todavía me permite al estar con ellas. Le debo tanto a mi abuela, para empezar ella me enseñó inglés. Me ha quedado claro en estos días que uno no sabe cuando se va a ir de este mundo, es verdad que tienes que aprovechar cada momento de tu vida pero también aprendí que tienes que aprovechar cada momento de la vida de las personas que quieres, de lo importante que es la familia y que el amor siempre va a estar por delante del orgullo.


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